Tuesday, February 12, 2008

Lumpen ciudadano.

Muchos de mis compañeros de colegio, trabajo y universidad plantean la necesidad de abandonar nuestro país para poder progresar. Lo dicen convencidos de que todo está perdido, que el proyecto que nació en 1844 no es viable y por tanto no vale la pena perseverar. Jóvenes privilegiados con el acceso a la educación, poder adquisitivo, renuncian a su compromiso por una desilusión que, a mi entender, es errada.

Lumpenproletariat es el término germánico con el que Marx da origen a una palabra que ha sido usada en tantos contextos que parece haber llegado al hartazgo.

El lumpen, es un personaje que militaba en los movimientos de izquierdas sin mostrar un compromiso certero, firme con el ideal revolucionario. No sirve a ninguna causa, ni tiene un objetivo claro en la vida, sino que se deja enredar, a regañadientes, en las aventuras que le salen al paso.

Producto de una serie de observaciones de analistas políticos y sociólogos, hemos divisado cómo la etapa de los caudillos (Bosch, Balaguer y Peña Gómez), junto a sus grandes aportes democráticos, contribuyó a la creación populista de una dimensión político-partidaria de la ciudadanía.

La construcción social e institucional, impuesta desde arriba edificó un modelo que, obviando a la “masa silente” en la toma de decisiones, otorgó todo el poder de empuje y actividad pública al partido político, entonces monopolizado por el caudillo.

Así, la suerte del Estado democrático representativo limitaba la participación democrática de la ciudadanía al voto.

Hoy estamos viendo las consecuencias al sufrir las vicisitudes de una clase política que no ostenta las dotes negociadoras que tanto resultado le dieron a los tres grandes líderes del siglo XX, pero que tampoco cree, ni muestra compromiso alguno con la participación abierta de la ciudadanía.
En la agenda constitucional se plantea la mutación hacia el Estado Social y Democrático de Derecho, sin contar con la zapata necesaria para los fines. Decimos esto a sabiendas de que nuestro país cuenta con un 22% de desnutrición en sus habitantes, lo que incide directamente en la capacidad de toma de decisiones de quienes deberían detentar el poder. El analfabetismo, “la pobreza de capacidad”, se constituye en un factor preponderante a la hora de tomar partido en los asuntos públicos.

Por esto, vemos una clase dirigente que por un lado predica la necesidad de crear dimensiones de autodeterminación y por el otro expone prácticas medularmente opuestas, como el ejercicio de dominación que constituye el clientelismo político.

Se expone como un necesario impulso la inversión en educación, sin embargo, no se destina siquiera el seis por ciento del PIB para fortalecer planes educativos que incluyan la formación de los maestros y la habilitación de los laboratorios que parirán al ciudadano y la ciudadana del futuro.

El lumpen ciudadano surge de esta carencia de elementos que permitan la toma de decisiones y se erige como una veleta política que, sin ningún objetivo, se pliega a las imposiciones determinadas por el politiquero que le resuelve el problema inmediato (en tiempo de elecciones) a la vez que le prolonga su agonía.

Las organizaciones, cuyo objetivo primigenio y teórico debe ser la reivindicación de derechos y consecuciones administrativas (como los gremios, juntas de vecinos, ONG´s) son penetradas por el lumpen ciudadano, que lejos de representar los intereses de sus comunidades, se suma al juego de poder de un grupúsculo que, protegido por la indiferencia y cobijado en la ignorancia y la necesidad, ha hecho tienda en nuestras instituciones.

La solución está en nuestras manos. Las de quienes podemos prepararnos para exigir y erigir un entorno social, político y económico distinto, que contamos con los recursos para iniciar algo diferente, porque hemos sido privilegiados. Retribuyamos a la sociedad ese privilegio fruto del azar.

La verborrea malversadora de esperanzas terminará irremediablemente en dos opciones potenciales: un caos social o un experimento político autoritario. No queremos ni lo uno ni lo otro.
Hemos visto cómo desde el enfoque del despotismo ilustrado, que inició en 1966, hasta nuestros días, la educación, acaparada por minorías, ha sido el instrumento para mantener el atraso.
Quienes tenemos acceso a ella, debemos tomar conciencia del compromiso que esto significa y trabajar por el futuro. Por eso, y considerando que aún estamos a tiempo para recapitular y componer fuerzas para construir una alternativa, nos motivamos a escribir sobre el tema y contagiar a quienes todavía logran reconocer en sí mismos un ciudadano.

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